ESCRIBIR SOBRE CUALQUIER COSA Y, PESE A TODO, GUSTAR…

 

…. O no gustar, y no pasa nada.

Muchas veces me he preguntado qué es eso de las modas. Lo siento, me son ajenas. Cuestión de carácter o de formación (como alguien diría).

O, quizás, una deformación. Lo admito.

No creo que, como los editores imaginan, la gente desee en un momento dado leer historias sobre cátaros o marcianos, espías que se infiltran en no sé qué organizaciones de no qué países, o historias sobre el comienzo o el final de la Humanidad.

A la gente le gusta leer historias, del tipo que sean, con tal de que reúnan (o, al menos, así lo pienso; o prefiero pensarlo) ciertas condiciones, en las que la calidad no tiene por qué haber sido desterrada y, por supuesto, los gustos siguen vigentes… Se habla así del storytelling, y no del storytelling de cátaros, marcianos, espías, o de algo parecido al génesis y apocalipsis de nuestro género…

“Detrás de cada historia, por insignificante que parezca, se esconde algo que debe ser contado”. Y de esta frase, de la que soy padre y por eso lleva mi apellido, estoy tan del todo convencido que de ella he hecho mi lema.

A quien le gusten los cátaros, le voy a ofrecer una historia de la convivencia de unos buitres y una comunidad de humanos en una aldea perdida en una región de Portugal.

Y, pese a ello, no descarto que la disfrute o la aplauda, aunque no por ello piense también que, tras leer la última página, el lector vaya a darse a la investigación de qué otros libros de ficción existen en el mercado sobre esta temática.

A quien le gusten los marcianos, le voy a ofrecer una historia sobre la reinvención de un vigilante de sala en un museo noruego para convertirse en un agitador social.

Tampoco en este caso descarto que al lector le guste y que, aunque, quizás, no la aplauda -por el entendible peso de algún resabio- es posible que sueñe esa noche con encarnar el papel del protagonista de ese relato. Aunque, naturalmente, no se despertará a la mañana siguiente decidido a contar con qué ha soñado esa noche y qué papel representaba él, ya que el miedo a la opinión de los “freuds” de su comunidad es algo que inhibe y suele tener un efecto paralizante.

El escritor debe escribir sobre cualquier cosa que le llame la atención o, simplemente, quiera transmitir a la comunidad de lectores.

Si es interesante, puede ser bienvenido. O, si es interesante, no tiene por qué ser rechazado.

De este modo, el escritor no habrá sucumbido a ninguna tiranía, pues habrá sido fiel a sí mismo. Y esta honestidad le dignifica, aunque piense que, al menos a corto plazo, debe abrir la cartera para pagar el precio.

¿Cuánto vale que millones de lectores distraídos crean que solo las historias de cátaros o marcianos merecen su atención?

Estoy dispuesto a pagar con lo más preciado que tengo: mi tiempo.

(Abro mi cartera y, sin dudar, saco un reloj sin leontina que tengo la excentricidad de llevar en ese lugar. Lo dejo sobre la mesa).

-Tomen, comunidad de lectores. Les regalo quinientas cincuenta horas por imaginar, escribir, corregir y poner en el mercado una historia que dicen que no está de moda.

Y, como aún me queda vida, también horas en el extraño reloj que guardo en mi cartera. Igualmente se las voy a regalar, porque les aprecio. Pago con sumo gusto, aunque sea a pérdida, aquello que me place y me convence. Porque aquí ni la moda ni nadie ha vencido, salvo la dignidad del escritor fiel a su "oficio". 

                                                                                    

ELIO IRMÃO.

 

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