NARCÓTICOS DE CURSO “LEGAL”: EL EFECTO “CONFORMISMO”
NARCÓTICOS DE CURSO “LEGAL”: EL EFECTO “CONFORMISMO”
He de confesar que el concepto “Ley” me disgusta porque, entre otras
cosas, se revela mutante y lerdo, hipócrita y traicionero. No aporta ni
contribuye al ser humano, sino que le desalma.
Todo lo que se mueve en torno a la Ley, torcido o “Derecho”,
inexorablemente, resulta contaminado por la culpabilidad de sus horribles
pecados, pese a que, oficialmente, no se presente nunca con ese
indeseable marchamo.
Para dicha de todos, la realidad, sin embargo, va por su lado, porque… es
independiente y no desea más compañía que la Verdad…; y así declara,
con orgullo, ser ajena a la Ley. La Verdad se viste con el sobrio estilo del
análisis y la inteligencia, prendas que, más hoy que antes, se han
convertido en textil escaso, de uso elitista y restringido, en lugar de ser,
como debería, extendido, común y democrático.
En la actualidad, leyes sin norte, sin sur, sin este ni criterio, amparan lo
censurable, dejando, sin embargo, desprotegida la dignidad de aquello
que requiere protección (educación, cultura, respeto, sensatez, trabajo,
honestidad…); y creando, de paso, un agujero de deshumanización del que
nadie, en su confusión, puede -ni tampoco quiere- hacerse plenamente
sabedor.
De modo que, consternados, observamos a un tropel creciente de
señores, señoras… y señorías que, ejerciendo la dolce vita del parásito, se
hacen acreedores, con redoble y honores, de ser increpados con un
“¡váyase Usted a casa!”. Pero, en el momento en que les sea exigido, con
el derecho de ciudadanos que, según dicen, nos asiste -y es, queridos,
urgente hacerlo- ¡habrá tanto, pero tanto, edificio deshabitado…,
parlamento, gabinete y juzgado! que otra plaga, la de los okupas, vendrá a
invadir lo que, acto seguido, profilácticamente, debería haberse
convertido -al objeto de evitar males, quizás, mayores- en “tierra
quemada” por los hunos…
La sociedad, merced a lo que acabo de indicar, sobrevive, tristemente
narcotizada, exhibiendo la impúdica obcecación –o, acaso, la dejadez- de
un peligroso e infértil conformismo; y, bajo el espejismo de una supuesta
protección de datos, enganchada a una estúpida pantalla o, lo que es
igual, monitorizada por los gigas de un móvil… En definitiva, idiotizada… y,
si la palabra existiera, “gilipollizada”.
Es cierto que el ritmo de vida impuesto a una comunidad esencialmente
esclava -pero que vegeta en la absurda ilusión de la libertad- no deja el
tiempo preciso para pensar en la humillación de las “caenas”, pero, en la
medida de su remanente nivel de conciencia, debería realizar una
progresiva labor de sustitución –o, al menos, un sano ejercicio de
reequilibrio-, suprimiendo la morralla que nos inunda para, en su lugar,
añadir (mucho) material de lectura a sus dos veces doce horas diarias de
reloj (que, para algunos, son 24; aunque para otros, dependiendo de su
capacidad de aprovechamiento, sean solo 6).
Solo la lectura y el conocimiento y, por ende, el análisis, la capacidad
crítica, seguida luego de la acción -sea en forma de civilizada oposición, o
bien de revuelta- es el antídoto para despertar de una situación que, dado
su profundo y prolongado letargo, ha entrado (no sé si de modo
irremisible) en alarmante barrena.
ELIO IRMÃO (Escritor)
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