EL ESCRITOR RENIEGA DE TODA PROFESIÓN


Muchas veces me he preguntado si ser escritor es, en realidad, una profesión.

Otras, casi tantas, me he cuestionado si se llega a escritor como renuncia a la profesión que uno pueda haber desempeñado en el pasado.

Y, acto seguido, me ha asaltado la duda de si es una labor que pueda compatibilizarse con una forma de esas “tradicionales” de ganarse el sustento, o si se trata de un placer (alguien diría, un vicio), improductivo económicamente, porque en muchos casos no es capaz de monetizar un esfuerzo que, empleado de otro modo, permitiría pagar la compra en un supermercado.

En todo caso, el escritor es, por definición, alguien inaprehensible.

Primero, porque nace siéndolo y, después, porque es consciente de que su deber es persistir en esa condición. 

Así, todo auténtico escritor se resiste con denuedo a que le encasillen como ejerciente de una profesión. El escritor no desarrolla una profesión porque, de hecho, la de escribir no lo es. Nadie se le enseña; la aprende. Ninguna institución académica le otorga un título; es un público, las más de las veces versátil y caprichoso, aunque también versado y exigente, quien hace que se gradúe. Pero egresar es algo que, acaso, con suerte (y, por supuesto, con valía) acaba llegando; pues, si el infortunio acompaña, irremisiblemente no llega, pues se desvía en el camino.

Ante todo, el escritor -es decir, quien escribe- o bien sucumbe a una comprensible necesidad (la de expresarse o comunicar), o bien se siente llamado por una misión especial (si es que ha sido tocado por el resplandor de una estrella que le guía).

Ambas opciones se me antojan igual de válidas. Ambas opciones, en todo caso, le califican de inaprehensible.

Lo más común es el escritor que desarrolla una profesión aburrida y censada, esto es, quien ejerce de soldado, sacerdote, jurista o camarero. Porque, en el laboratorio de la escritura, la química –que, como sabemos, tiene que ver con elementos distintos- puede producirse entre cualquiera de las actividades remuneradas.

La profesión habitual, qué duda cabe, proporciona numerosos temas sobre los que escribir, pero también provee de la homeopática (o tóxica) dosis de decepción para, destilando ironía, escribir luego sobre la farsa en que el oficio se sustenta. Cualquier soldado sería víctima de ello; pero también cualquier sacerdote, jurista o camarero…  

… O biólogo, o físico, o antropólogo…; o cualquier otra profesión en un infinito etcétera.

En cualquier caso, la de escritor es una vocación. Se puede escribir, de vez en cuando, para serenarse, para aclararse o encontrarse ante cualquier suceso que genere confusión o duda. Estaríamos, entonces, ante un hecho aislado, sin más pretensiones que la del efecto benéfico que persigue.

Sin embargo, si se siente la necesidad perentoria de, dirigiéndose a una comunidad de lectores, diseccionar la vida en cualquiera de sus aspectos, censurando vicios o comportamientos perturbadores y, al final, proponiendo nuevas ideas; y se hace de un modo disciplinado y constante, respetando e innovando los fundamentos del vehículo lingüístico que sirve para elaborar el mensaje, como si con ello se siguiera la natural pulsión de un sistema vital, entonces -solo entonces- nos encontraríamos ante un escritor.

Mi profesión, como casi la de todo quisque, se halla catalogada: es una de las indicadas antes, o acaso otra que pudiera extraerse de un infinito etcétera.

Sin embargo, mi vocación es la de escritor, porque, además de ser lo que más y mejor me define, como:

(…) insobornable e inaprehensible, y porque me dirijo a una comunidad de lectores (versátil o exigente) ante la que disecciono la vida, censurando vicios o comportamientos, proponiendo ideas (o, simplemente, creando historias), también lo es porque me encargo de hacerlo de un modo, aparte de convencido e ilusionante, disciplinado y constante.

                                                                                 


                                                                    Elio Irmão 

                                            (Mayo 2021)

Comentarios

  1. Magnífica reflexión sobre el sentir de un escritor. Admiro su labor y creo que aunque no sea, que no lo sé, su profesión, desarrolla una creatividad y tiene un sexto sentido que hacen que sus obras sean interesantes para los lectores.
    Estoy convencida de que su trayectoria se verá recompensada y llegará a ser un escritor de renombre.
    ¡Mucho éxito, Sr. Irmão!

    Una humilde lectora.

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  2. Muchas gracias, me alegro que le guste mi modo de escribir. Siempre digo que gracias a vosotros, mis obras adquieren mayor difusión.

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